En la mayoría de las veces en las que asistimos a un museo o a una galería de arte, las obras están pensadas para ser vistas.
¿Alguna vez se ha preguntado cómo es que una persona invidente disfruta del arte?

Esta pregunta se responde mediante el “arte sensorial”, que tiene como objetivo construir la experiencia artística gracias al tacto. Retratos, paisajes y figuras cobran vida con relieves y texturas gruesas: rugosidades, bordes, prominencias, repujados que se acompañan también con sonidos u olores, y que dan al visitante una experiencia no sólo no-visual sino una que apela al resto de sentidos.

Este formato tiene como objetivo facilitar la interacción entre el público y las piezas a muchas  personas que por sus condiciones especiales no pueden acceder a un arte exclusivamente dirigido a los ojos; así el visitante podrá envolverse las piezas sin depender de otros.

Cada vez más popular en galerías y museos, el arte sensorial busca demostrar que las exposiciones no tienen porqué ser estáticas e intocables, y que existen alternativas inimaginables para poder apreciarlo junto con su evolución.